en el océano Pacífico, a muchos
miles de metros de profundidad, se han descubierto fuentes hidrotermales de
agua que brota a una temperatura de 350 ºC y está cargada de numerosas
sustancias, entre ellas sulfuro de hidrógeno y otros compuestos de azufre.
Alrededor de estas fuentes abunda la vida y proliferan unas bacterias quimiosintéticas
que extraen su energía de los compuestos azufrados del agua y que, de este
modo, reemplazan a los organismos fotosintéticos, que toman la energía de la
luz solar (además, estas bacterias no pueden vivir en medios con oxígeno). Las
condiciones de vida que reinan en la proximidad de estas fuentes recuerdan
bastante a las comunes hace 3.500 millones de años. Por eso algunos
investigadores defienden la hipótesis de que la vida apareció en el fondo
oceánico, cerca de estas fuentes hidrotermales, y no en la superficie, en las
charcas litorales expuestas a la luz solar intensa.
Comúnmente, el congelamiento frena las reacciones químicas, razón por la cual los lugares fríos son considerados generalmente como hostiles para la vida. Pero en realidad, el congelamiento acelera algunas de las actividades clave del ARN, sostienen Landweber y sus compañeros.
Esto es así porque el hielo contiene compartimientos diminutos y duros que mantienen a las moléculas en un solo lugar, donde pueden reaccionar conjuntamente. Algunas de estas reacciones resultan en la creación de moléculas más grandes de ARN.
En contraste, en el agua líquida las moléculas no se acercan lo suficiente y tan a menudo como para reaccionar tanto. De esa forma tienden a desintegrarse más rápidamente de lo que pueden reaccionar para crear productos más grandes.
En esencia, los pequeños compartimientos del hielo juegan el papel que actualmente juegan las células, al juntar las moléculas para que reaccionen, según mantienen los investigadores. Las sustancias deshidratadas (una especie de sedimento primordial, por ejemplo) podrían haber proporcionado también una función similar a la del hielo, agregaron, pero el hielo funciona mejor.
El grupo de Landweber llevó a cabo un experimento para comprobar la teoría. Dirigidos por Alexander Vlassov de SomaGenics, una compañía biotecnológica de Santa Cruz, California, los investigadores rompieron en pedazos varias moléculas de ARN que se encuentran en células normales. El proceso produjo más moléculas de ARN, más pequeñas.
Al hacer ésto, los investigadores produjeron moléculas de ARN del tamaño que los biólogos piensan que podrían haber estado disponibles en la Tierra primitiva. Luego, realizaron experimentos para descubrir qué capacidades tenían estas moléculas más pequeñas de ARN.
Al informar sobre sus resultados en el número del 25 de mayo de 2004 de la revista Nucleic Acids Research, los investigadores hicieron notar que estas moléculas rotas de ARN podían todavía llevar a cabo algunas de las funciones cumplidas por el ARN normal, pero que lo hacían solamente cuando estaban en el hielo o en otras condiciones extremas tales como la deshidratación.
Entre estas actividades se incluía la captura y unión de otros trozos de ARN, una actividad conocida como “ligado” y que es similar a la auto-replicación.
Comúnmente, el congelamiento frena las reacciones químicas, razón por la cual los lugares fríos son considerados generalmente como hostiles para la vida. Pero en realidad, el congelamiento acelera algunas de las actividades clave del ARN, sostienen Landweber y sus compañeros.
Esto es así porque el hielo contiene compartimientos diminutos y duros que mantienen a las moléculas en un solo lugar, donde pueden reaccionar conjuntamente. Algunas de estas reacciones resultan en la creación de moléculas más grandes de ARN.
En contraste, en el agua líquida las moléculas no se acercan lo suficiente y tan a menudo como para reaccionar tanto. De esa forma tienden a desintegrarse más rápidamente de lo que pueden reaccionar para crear productos más grandes.
En esencia, los pequeños compartimientos del hielo juegan el papel que actualmente juegan las células, al juntar las moléculas para que reaccionen, según mantienen los investigadores. Las sustancias deshidratadas (una especie de sedimento primordial, por ejemplo) podrían haber proporcionado también una función similar a la del hielo, agregaron, pero el hielo funciona mejor.
El grupo de Landweber llevó a cabo un experimento para comprobar la teoría. Dirigidos por Alexander Vlassov de SomaGenics, una compañía biotecnológica de Santa Cruz, California, los investigadores rompieron en pedazos varias moléculas de ARN que se encuentran en células normales. El proceso produjo más moléculas de ARN, más pequeñas.
Al hacer ésto, los investigadores produjeron moléculas de ARN del tamaño que los biólogos piensan que podrían haber estado disponibles en la Tierra primitiva. Luego, realizaron experimentos para descubrir qué capacidades tenían estas moléculas más pequeñas de ARN.
Al informar sobre sus resultados en el número del 25 de mayo de 2004 de la revista Nucleic Acids Research, los investigadores hicieron notar que estas moléculas rotas de ARN podían todavía llevar a cabo algunas de las funciones cumplidas por el ARN normal, pero que lo hacían solamente cuando estaban en el hielo o en otras condiciones extremas tales como la deshidratación.
Entre estas actividades se incluía la captura y unión de otros trozos de ARN, una actividad conocida como “ligado” y que es similar a la auto-replicación.
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